Hola:
Encantada de poder escribir esta entrada, porque estoy encantada de ser mujer. Encantada de poder y de mi poder. Encantada sí, aunque muchas veces indignada, asustada, enfadada, decepcionada…
Cuando digo esto no me refiero a nada que tenga ver contra los hombres, yo no quiero ser como ellos, ¿cómo voy a querer eso? Ni quiero ni puedo, sé de biología, fisiología, genética, etc, etc. Supongo, y digo supongo, que a estas alturas no se creerá que las mujeres queremos ser hombres, o como dijo uno de los padres de la Psicología, S. Freud. «tenemos envidia del pene» o «complejo de castración».
De lo que hablo, más bien hablamos es, por un lado de igualdad de derechos, al trabajo, al salario, a la cotización… Estos derechos son razonables y pueden ser parte de la reivindicación de la igualdad. Pero, y esto es realmente grave, también hablamos de la libertad sexual, la seguridad personal, la vida… ¿No es increíble tener que exigir derechos fundamentales en una sociedad del siglo XXI, que suponemos democrática y avanzada? ¿No están dados por supuesto? ¿No son el previo a cualquier otro derecho?
La mujeres, fuertes y valientes de por sí, hemos pasado durante siglos por tantas humillaciones y agresiones, nos hemos repuesto de tanto miedo y lo hemos ocultado para ser aceptadas, nos hemos creído tantas mentiras sobre nosotras, que hemos normalizado el que no se nos respete en lo más básico y lo hemos incluido en nuestra forma de vida, sin darnos cuenta de no había que pasar por ello, que nos pertenecían estos derechos por el simple hecho de ser seres humanos.
Recuperar nuestro puesto como personas, pasa primero por nuestro propio reconocimiento. A veces puede parecer que cada una de nosotras no estamos haciendo nada, pero el reconocernos y saber de nosotras mismas, el saber quién es quien tiene que ser respetada, hace que nos podamos hacer valer en ese respeto. Y a decir verdad, es una labor bastante complicada, ya que luchamos contra nuestros valores previos, nuestros miedos a ser nosotras mismas, nuestras creencias trasmitidas durante generaciones, en las que están incluidas la culpa y el miedo.
Para ayudarnos en esta gran tarea, hacen falta gestos que reúnan a mujeres y las reconozcan en sus funciones, actividades, buen hacer cotidiano… Y precisamente para colaborar con estas iniciativas acudí a la invitación de mi amiga Arantxa Fernández Munárriz, directora del Centro de Formación D-Instinto para unos talleres de Empoderamiento Femenino que se realizaron aquí en Logroño.
Cada una de las mujeres que colaboramos hablamos sobre algún tema que tuviera que ver con el empoderamiento femenino. Por haber trabajado en AFA Rioja y haber estado de docente en cursos de formación sociosanitaria Arantxa me pidió que hablara de las mujeres cuidadoras de personas dependientes, un colectivo muy amplio, ya que socialmente se espera que sea la mujer quien cuide a los familiares con enfermedades, discapacidades o dependencias.
El hablar y compartir experiencias con estas mujeres fue muy enriquecedor, desde siempre he sentido mucha admiración ante tanta lealtad y entrega. Así que unos días después, en el día de la Mujer, en el que nos reunimos todas las que fuimos ponentes, yo conté un cuento, como homenaje hacia ellas, que como entonces no lo dejé escrito, me parece apropiado hacerlo en una fecha igual, ya que fue inspirado para un día como hoy:
CUENTO DE LA MUJER QUE SE OLVIDÓ A SÍ MISMA

«Un día, una mujer decidió dedicarse a recorrer los caminos y para ganarse la vida, ayudar a quien lo necesitase en lo que necesitase.
Se enteró que arriba en la montaña había un oráculo en el que una anciana y sabia mujer ofrecía sus consejos y predicciones. Así que pensó que sería buena idea, comenzar su camino dirigiéndose hasta allí para preguntar por su destino.
Según iba llegando a la falda de la montaña, recordó que cerca vivía un amigo y quiso ir a visitarlo. Notó que se alegraba sólo con pensar en volver a verlo, pero esta alegría no duró mucho, ya que cuando llegó a la cabaña se lo encontró enfermo, así que decidió quedarse unos días para ayudarle en su recuperación.
Pasó la primera semana, quería ayudar a quien lo necesitase en lo que necesitase para ganarse la vida, ¿cómo no iba a hacerlo por su amigo? Sabía que allá arriba estaba el oráculo y ella podría esperar unos días para preguntar. Pasó la segunda semana y su amigo no parecía mejorar, ella no tenía prisa todavía, era leal con lo que sentía por él. Pasó la tercera semana y el primer mes…
Después de varios meses la mujer sintió que empezaba a impacientarse, miraba a lo alto de la montaña y notaba sus ganas de ir hasta allí, pero al mirar a su amigo enfermo, se decía que no podía dejarlo así. Y así siguió, hasta que los meses se transformaron en años. La mujer de vez en cuando miraba hacia la montaña, pero al final dejó de mirar y hasta olvidó que quería subir a lo alto para consultar al oráculo.
Después de muchos años el hombre murió, y la mujer se dio cuenta de que había perdido su juventud en los cuidados de su amigo y aunque recordó el oráculo, ya no sintió fuerzas para subir a preguntar. Y se dio cuenta de que tenía que buscarse a través de los cuidados a su amigo y saber de sí misma a través de su propio olvido.«
Sé que es un cuento triste, pero no lo es más que la vida de tantas mujeres que dejan sus trabajos o negocian una jornada laboral más corta para ocuparse de las necesidades de su familia, ampliando su jornada a todo el día, porque son cuidados que no tienen fin, y cotizando y cobrando sólo el trabajo de fuera de casa. Olvidando sus aspiraciones personales para dedicarse a los y las demás.
Puede que ellas nos muestren lo que es el olvido de una misma a través del sacrificio, y nos enseñen de forma callada y discreta que tenemos que entenderlas para que ellas puedan entenderse y que hay mucho que hacer para que el cuidado y las necesidades familiares no se transformen en el lastre que impide a muchas mujeres saber quien son y qué quieren.
Que en este día de todas las mujeres y todos los que vienen después en los que tenemos todavía tanto que reivindicar, tanto que exigir, tanto por lo que luchar, no nos olvidemos de lo que queremos, de lo que buscamos, de porqué luchamos.
Un abrazo a todas
Carmen