Hola otra vez:
Hoy me gustaría hablar de un viejo «amigo» que suele aparecer constantemente, muchas veces de forma sutil, otras disfrazado de razón y verdad y a veces en su forma más terrible y paralizante. El miedo.
¿Quién no lo ha visto de cerca? ¿Quién no lo ha sentido en lo mejor de una idea o proyecto? ¿Quién no ha dejado de seguir un camino cuando lo ha tenido ante sí? ¿Quién ni siquiera se ha permitido notarlo porque ante la sóla idea de sentirlo se ha entretenido con cualquier otro pensamiento, distracción, dependencia…?
El miedo no es malo en sí, de hecho nos ha salvado constantemente de lesiones, fracturas y… hasta la vida. El miedo es una emoción primaria que sentimos todos y que nos lleva a apartarnos o huir de situaciones o estímulos que pueden provocarnos dolor.
El miedo se asienta rápidamente. No hace falta quemarnos dos veces para que tengamos miedo al fuego o al calor intenso. Además el ser humano dispone de la palabra para avisar a los demás del peligro de determinadas situaciones y siendo esto algo extraordinario… Se nos presenta al mismo tiempo un problema.
¿Cuántas veces nos hemos creído los miedos o cautelas de los demás? ¿Quién o quiénes nos mostraron el mundo a través de sus sustos? ¿Cuántos de nuestros miedos son reales y cuántos son producto de lo que nos hemos creído que debemos temer?
Otra forma de miedo viene acompañando al amor, en cuanto queremos a alguien, muchas veces aparece el miedo a perderlo. Es una forma de amor neurótica porque así podemos sentir más intensamente, no en forma de amor en sí mismo sino ante el miedo de la pérdida. ¿Es así como amamos? ¿Necesitamos temer la pérdida para poder sentir amor? ¿Podemos sentir el amor en sí mismo?
El miedo también se presenta con el apego. En cuanto nos apegamos a una idea, una posesión, una persona, un rol… El miedo a perderlo nos hace temblar, parece como si toda nuestra vida se asentara en esa «posesión» y cuanto más apego, más miedo. ¿Podemos cuestionarnos nuestras ideas? ¿Qué ocurriria si vieramos el mundo de otra forma? ¿Qué ocurriría si vivieramos de otra manera?
Y por último, pero no menos importante, el miedo viene de la ignorancia, no sólo el no saber, sino el no querer saber. ¿Cuantas veces hemos dicho «a mí dejamé con lo mío», para no cuestionarnos lo que estamos pensando o sintiendo? ¿Para qué ese miedo a ver?
La ignorancia mas el apego a los resultados producen la incertudumbre, y esa situación es de las más temidas e incómodas que nos contamos podemos estar. ¿Porqué no podemos estar sin conocer el desenlace? ¿Porqué necesitamos tenerlo todo claro para poder hacer movimientos hacia lo desconocido? ¿Porqué un único resultado es el válido y si no conseguimos ese nos frustramos?
Son preguntas que quizá deberíamos plantearnos si queremos conocer nuestro miedo para enfrentarnos a él. El maestro tibetano Chögyam Trungpa, en su libro «Sonríe al miedo», hace la siguiente comentario:
«Tenemos mucho que afrontar. Tenemos mucho que abandonar. Tal vez no quieras hacerlo, pero, sin embargo, deberás hacerlo si quieres ser amable contigo mismo. Todo se reduce a eso. Pero si quieres hacerte daño, es asunto tuyo y de nadie más. Nadie puede salvarte de ti mismo.»
Pero si queremos afrontar el miedo… ¿Qué podemos hacer?
Hay una película de los años 80 «Dentro del laberinto» cuyo final me ha fascina: es el encuentro de una niña, Sara (Jennifer Connelly), a la que le gustan los cuentos y la fantasía, con el rey de los gobblins (David Bowie), que le ha quitado a su hermano pequeño. Para devolverselo la reta a que recorra el laberinto en 13 horas y si no lo convertirá en su sirviente. Cuando Sara llega al final del laberinto, tiene que enfrentarse al rey. Siempre me ha parecido un enfrentamiento con el miedo:
Y es ese «no tienes poder sobre mi», lo que nos hace posicionarnos y vencer al miedo. Cuando Sara se lo dice al rey, toda la fantasía mantenida por el miedo desaparece. Sale del laberinto y se encuentra de nuevo en su casa que es la realidad. Sin temores falsos ni inventados.
Espero que no nos asuste demasiado enfrentarnos a nuestro miedo.
Un abrazo
Carmen