Para Oscar con mucho agradecimiento.
Hola.
Hoy me gustaría comentar sobre algo que nos produce mucha frustración y decepción.
Seguro que tenemos alguna experiencia de este tipo:
-Alguien pide ayuda y la doy, pero cuando yo necesito algo, esta persona «no se da por aludida».
–Hago buenas acciones por los demás, y parece que nadie las hace por mí.
Cuando esto sucede nuestras reacciones no suelen ser muy buenas, nos sentimos enfadados con esas personas, llegando a veces a cortar esta relación, o lo que es peor, generalizamos y creemos que no merece la pena ayudar a nadie más… Eso de «por la caridad entra la peste».
Este enfado también se vuelve contra nosotros mismos al apelar a nuestras buenas intenciones o acciones y sentir que no ha habido reciprocidad, lo que nos provoca mucha frustración. Otra frasecita que nos decimos: «si de bueno que soy, soy tonto».
Pero quizá debamos analizarnos un poco antes de llegar a mayores y entendernos un poco más:
¿No nos sucede que en realidad estamos esperando la respuesta de los demás según la hemos pensado?
O, yendo un poco más allá, ¿no hemos hechos todas esas «buenas acciones» como una especie de inversión para que luego me vuelvan a mí? Y, complicándomelo un poco más, ¿no espero lo mismo que he dado, en el momento que lo necesito, de la misma persona y encima sin pedirlo?
Hay un término en Terapia Gestalt, propuesto en los años 80 por S. Crocker llamado Proflexión que consiste en dar o hacer a los otros lo que me gustaría que me dieran o hicieran por mí.
Y… ¿no es eso lo que hay que hacer? Se parece mucho a lo que nos han dicho que es «ser buenos».
Cuando se habla de «ser buenos» a menudo nos olvidamos de alguien: de mí mismo. Claro que hay que «ser buenos» pero también hay que tenerse en cuenta, dado que yo también soy persona y voy a estar el resto de mi vida conmigo mismo.
Si lo pensamos bien, cuando hacemos algo por alguien para que lo haga por nosotros si lo necesitamos lo que en realidad estamos haciendo es:
– Controlar: queremos creer que esta especie de «vínculo» que queremos crear para un futuro incierto hará que esa persona nos cuide si lo necesitamos, cuando ni siquiera sabemos en qué la vamos a necesitar o si va a poder en ese momento.
– Depender: creemos que si necesitamos algo la solución vendrá de fuera y esa persona será la encargada de arreglarnos el problema.
– Desubicarnos: Dejamos de hacer lo que queremos hacer para «invertir en tiempos futuros». O lo que es lo mismo, nos olvidamos de nuestro presente y de nuestra verdadera necesidad.
– Desgastarnos: tenemos vida y energía limitada. Debemos priorizar y decidir en qué queremos utilizarla.
¿Esto nos hace egoístas o insolidarios?
La respuesta es un NO rotundo, porque realmente no estamos disfrutando de lo que hacemos y no lo damos a la persona que ayudamos, sino que en realidad lo estamos haciendo forzados y obligados y al creer que obligamos al otro la dárnoslo lo estamos haciendo para nosotros mismos. Por eso si no lo recibimos sentimos tanta frustración.
Por eso me gustaría sugerir algunas formas de hacer lo que queramos teniendo en cuenta al otro y a mí:
– Hacerlo según la necesidad del momento, a todos nos gusta ayudar y si lo hacemos sentiremos satisfacción en ese mimo instante.
– Disfrutar de la acción y de la persona a quien estamos ayudando.
– Si no estamos cómodos darnos una respuesta en el momento, para saber porqué seguimos haciendo algo que nos hace sentirnos tan mal… Porque puede que no nos lo devuelvan.
– Y lo más importante:
CONFIAR: seguro que en el futuro necesitaremos algo de alguien, y seguramente alguien nos ayudará en ese momento, aunque no sea la persona ni de la manera que esperamos.
Un abrazo confiado en que os haya gustado.
Carmen