Hola de nuevo:
Ya estamos metidos en el año nuevo, todos seguimos con nuestras rutinas, y entre mis actividades habituales está la formación, no sólo como profesora sino como alumna y continúo con el curso de Trastornos de Personalidad, en el Colegio de Psicólogos de Logroño. Ya hablé de él en entradas anteriores, otros ponentes fueron José Luís Marín y Dolores Mosquera.
Hoy nos ha visitado Olga Barroso, Psicóloga que trabaja con mujeres que sufren violencia por parte de sus parejas. Olga conoce bien el tema de las víctimas y de los perpetradores. Y ha querido hablarnos sobre esas personas que nos inquietan y nos dan miedo, a los que repudiamos y nos escandalizan en las noticias: los malos.
Es importante señalar, como dice Olga, que no todos los agresores tienen un trastorno de la personalidad, y cada caso es diferente, pero desde este punto de vista diagnostíco, estaríamos hablando de: trastorno sádico de la personalidad y trastorno antisocial de la personalidad (antes llamado psicopatía).
Y no es fácil permanecer inalterable ante estos sádicos y psicópatas… Ellos despiertan nuestra peor parte, la que nos hace desearles todo el mal que ellos han hecho padecer… También nos muestran la incertidumbre ante preguntas sin respuesta como ¿Porqué hacen eso? ¿Qué podemos hacer con ellos? ¿Tienen ellos los mismos derechos que nosotros? ¿Se pueden recuperar socialmente?
Y quizá haya que fijarse en que al principio fueron víctimas y que hubo un momento en que dejaron de serlo y se transformaron en perpetradores. En todos los así diagnosticados aparece un pasado de abandono, dolor y malos tratos.
Olga habla de su trabajo basándose en la Teoría del apego. Y un hermoso comentario lleno de esperanza que nos ha hecho es que quizá la mejor forma de tratamiento de estos trastornos sea preventiva, y es que entre los 0 y 3 años se estructura el mundo emocional del niño/a, que más tarde será adulto. Y es en estos momentos en el que hay que cuidar, abrazar, calmar, tranquilizar al bebé, que todavía no entiende el mundo ni sus propias reacciones y es su madre y su familia cercana la que se lo va a traducir e interpretar.
Un bebé no interpreta todavía intelectualmente, porque su cerebro no está maduro para hacerlo, sino que tiene una vivencia emocional. Tienen razón los que dicen que hay que poner límites a los niños, pero en su momento adecuado, que no será cuando es bebé, sino cuando tenga la capacidad de razonarlos. Un bebé abandonado tendrá una pobre y rudimentaria gestión de esas emociones y eso alterará las futuras adquisiciones.
En la teoría del apego, que comenta Olga, se parte de que se necesita esa interacción sana con los padres como figuras de apego y si no la hay, el niño puede quedar gravemente dañado emocionalmente. Algunos podrán hacer ajustes pero otros quizá no. Y esas carencias, eso que no han recibido del entorno volverá al entorno de una forma violenta.
Los tratamientos son a largo plazo, y de momento no podemos hablar de éxito. Pero Olga desde una visión muy positiva nos comentaba que no debemos rendirnos y que debemos continuar buscando formas de encontrarnos con el niño maltratado que es el perpetrador, cosa tremendamente difícil, por otro lado, porque sus actos y sus formas provocan rechazo en general y al terapeuta en particular. Y eso, claro está, teniendo siempre en cuenta que debe asumir su responsabilidad con todo lo que ello signifique y traiga consigo.
Ha sido una sesión de formación muy didáctica y aleccionadora. La semana que viene me voy a Madrid a continuar con mi nunca terminada formación en Terapia Gestalt, y precisamente es un taller con Ruella Frank que trabaja con los bebés y sus formas y en cómo las llevamos puestas el resto de nuestra vida. Me encanta ver cómo se va haciendo un puzzle con el conocimiento y la formación se va complementando entre sí. Os seguiré contando.
Un abrazo tierno como el de un bebé.
Carmen