Hola de nuevo:
El otro día estuve en una tienda increíble en la calle San Juan de Logroño que se llama «El taller de Cristina«. Estuve hablando con Cristina, que es «artesana muñequera» y expone y vende allí sus muy personales productos. Esto es lo que hablamos:
Dice Carmen Vázquez en la introducción a la edición española de «Terapia Gestalt: excitación y crecimiento de la personalidad humana» de Perls, Hefferline y Goodman (PHG):
«La vida cotidiana, la vida de cada día no consiste en «dejarse fluir», supone un díficil equilibrio entre las necesidades propias y las del entorno, entre «las reglas del juego» de la sociedad a la que pertenecemos por aceptación (o así tendría que ser) y mis necesidades personales y mis cambios que me gustaría operar en ella. Día a día necesito saber qué quiero y qué posibilidades tengo de conseguirlo sabiendo que solo puedo satisfacer mis necesidades en el entorno y que no puedo destruirlo, ni dejar de contar con él puesto que de él depende, hasta cierto punto, mi supervivencia, tanto física como emocional o mental. (…) De esto es de lo que habla Terapia Gestalt, de cómo hacer ajustes creativos, asimilar y crecer y de cómo nos interrumpimos en nuestro contacto.»
En Cristina es fácil ver estos ajustes creativos que llevan a ese equilibrio entre las necesidades propias y las del entorno. Según ella explica, desde siempre ha querido hacer muñecas y artesanía y ha ido encontrando la forma de hacerlo, primero aprendiendo y pidiendo a su madre que le enseñara a hacer muñecas, luego a coser a máquina, yendo a venderlas en exposiciones y en hospitales y colegios… Formándose para venderlas mejor… Y en todas esas fases había un nuevo aprendizaje que sin darse cuenta le llevaba a la siguiente etapa, y le iba llevando a conclusiones que le hacían darse cuenta de lo quería hacer y lo que quería su entorno.
Cristina fue capaz de recoger információn del entorno y darse cuenta que se tendría que adaptar, que las muñecas no eran todo lo «aceptadas» por el precio como ella hubiera querido, pero que ofreciendo otro tipo de productos, como pasadores y coleteros, diademas, marcos con nombre… Ella también podía disfrutar con esos nuevos trabajos artesanos y el «mercado» los asumía mejor. Es más, a veces le pedían cosas como lazos que a ella no le gustaban demasiado pero consiguió entender la manera en la que se sintió cómoda haciéndolos y venderlos en formas variadas de diademas, cintas para el pelo… Etc. Es decir, fue haciendo esos ajustes entre ella y su necesidad creativa y de supervivencia y el entorno.
Cristina a pesar de todo se mantiene en hacer lo que le gusta, y de hecho sabe que hay cosas que no le gustan y no las hace o nota su error cuando ha aceptado hacerlas, hay una gran coherencia en Cristina que se ve plasmada en su tienda, ver «el taller de Cristina» es verla y conocerla.
Como veis todo es colorido, precioso y muy coqueto, muchos lazos, cintas de todos los colores y medidas…
Marcos pintados a mano, diademas… Y en todo está Cristina y su forma diferente de hacer.
En el propio nombre de la tienda, «Taller de Cristina», con la palabra «taller» refleja que Cristina aparece de forma activa, esto es un lugar donde ella crea y trabaja los diferentes productos, no un mero intermediario entre proveedores y clientes.
Ha sido un encuentro muy divertido y enriquecedor al ver una persona que está tan presente en su propia forma de ver y vivir la vida.
Os mando un abrazo.