Hola:
Esta semana mi hija Carmen celebra su décimo cumpleaños. Es un día especial para ella, felicitaciones, fiesta con amiguitos, regalos… Pero también lo es para mí. Es mi aniversario de mamá y ser madre es el mayor regalo que de la Vida he recibido.

Desde el primer momento en que una mujer sabe de su embarazo, empienza una maravillosa transformación que te va guiando ya para siempre, porque muchas de las decisiones y caminos que se van tomando ya tienen la mirada puesta en los hijos y las hijas.
Pero yo creo haber recibido más de lo que he dado. A mí mi hija me mostró mucho sobre mí que no sabía, tenía oculto o sólo podía aparecer si estaba ella.
Me enseño de mi cuerpo femenino, de sus cambios, ciclos y evoluciones, de lo resistente y fuerte que es. El dolor del parto tan temido, me pareció intenso pero tremendamente informativo, que va guiando en cada momento y dirige el proceso. Fue duro pero fascinante ir sintiendo como el cuerpo te arrastra y funciona, sólo tuve que permitir y no luchar. Mi cuerpo también fue alimento y esa experiencia de madre lactante me permitió esa hermosa relación con mi hija inigualable con ninguna otra.
Me enseño amor incondicional, pero no sólo de madre a hija sino de hija a madre. Nadie me ha mirado, buscado y querido tanto como mi hija. A pesar de haber recibido mucho de mi familia, el amor de un bebé hacia su madre es tan puro y bello, que vivir que alguien lo sintió por mí me ha dejado una huella imborrable para toda mi vida.
Me enseño el valor de la familia, hasta ahora lo había dado por hecho, pero al nacer Carmen pude ver cómo se reune buscando al nuevo miembro, cómo la reclamaban y querían cojerla y hacerse con ella, cómo ella también fue buscando su sitio y poco a poco reconociendo a todos. Al reconocer a mi hija me sentí yo misma reconocida.
Pero esto continúa, ella día a día me sigue enseñando sobre mí y mis reacciones, mis miedos, mi capacidad de amar, mi forma de solucionar, de improvisar… De crear.
Alguien me dijo cuando estaba embarazada que me preparara porque venía «un maestro». Y recuerdo esas palabras porque no hago más que ver pruebas y enseñanzas y mucho mucho enriquecimiento. Por eso doy gracias a la Vida por esos 10 años con Carmen (11 de mamá) y también me inclino ante ella por todo lo que me ha dado y que sólo ella podía. Felicidades hija mía, que seas muy muy feliz. Que sepas que te miro con buenos ojos.
Un abrazo para todos y todas y gracias por acompañarme en tan importante celebración para mí.
Carmen.