Hola, me gustaría contaros una pequeña historia:
Había un pueblo en el que vivía, como en todos los pueblos, un hombre considerado «el tonto del pueblo».
Vivía de limosnas, de pequeños trabajos y de recados que le encomendaban sus vecinos. Todas las tardes iba a la cantina y allí alguno de los presentes le hacía siempre la misma broma: le mostraba dos monedas una más grande pero de menor valor y otra de tamaño más pequeño que valía más. «El tonto» cogía siempre la de mayor tamaño provocando la risa de sus convecinos.
Un día un forastero que pasó y vió lo que sucedía a diario se compadeció, llamó al «tonto» y le preguntó que si no se daba cuenta de la broma absurda a que era sometido todas las noches. A lo que el hombre respondió: «Sé que la moneda pequeña vale más, pero si se enteran mis vecinos que lo sé y una noche cojo esa moneda… Nunca más me darán nada».
Ante este pequeño relato creo que uno se puede hacer varias preguntas, yo me quedo con dos:
¿Quién o quienes son los verdaderos «tontos» de esta historia? ¿ Para qué necesitan los vecinos reirse del pobre hombre todas las noches?
La primera pregunta creo que se responde sola. Me gustaría reflexionar sobre la segunda.
Y la reflexión es sobre nuestra forma de ver «al otro» en la relación: lo podemos ver de más a menos o de menos a más que es casi lo mismo, o lo podemos ver de igual a igual.
En la primera forma de menos a más necesitamos ver al otro por encima de nosotros y adoptamos una posición de sumisión porque lo vemos más que nosotros…
Para verlo por debajo de nosotros, de más a menos, hacemos valer una ventaja. Se suele utilizar el rango«yo soy más porque soy el/la jefe/a», el conocimiento o título «yo soy más porque soy experto o Licenciado o Master en…!, la relación «yo soy el marido, la esposa, el amigo de…», las posesiones «yo soy más porque tengo tanto dinero, o fincas, o empresas…»
Si cada vez que nos relacionamos tenemos que hacer valer una ventaja ante nosotros ¿no será que necesitamos disfrazarnos de algo para no mostrar lo que realmente nos parece que somos? ¿No significa esto que en realidad nos sentimos menos?
El ver al otro de igual a igual no tiene nada que ver con la autoridad. Tiene que ver con buscar lo que nos une, con ver al ser humano que hay ahí, detrás escondido, a veces asustado y casi siempre identificado con falsos «yo soy». Significa que sólo quiero encontrarme con él/ella y que busco las afinidades, que yo también estoy escondido/a y que quiero quitarme el miedo y el disfraz.
En Terapia Gestalt se trabaja en ese «de igual a igual». En las consultas no hay mesas en medio, ni sillones que desnivelan la relación. Se trabaja con roles complementarios terapeuta/paciente pero siempre de igual a igual, buscando al otro y entendiendo sus interrupciones porque el propio terapeuta tiene las suyas y a veces le cuesta contactar.
Por eso una posible conclusión, puede ser que el «tonto» de nuestro cuento no sólo es inteligente para ganar dinero con su apariencia, sino que hace un servicio a sus vecinos permitiendo que aparezcan disfrazados y se sientan inteligentes.
Quizá, para no terminar como ellos, podríamos preguntarnos: ¿De qué voy o suelo ir disfrazado? ¿De qué me escondo?¿Para qué necesito sentirme más o menos que los/as otros/as?¿A quien quiero engañar a mí, o al/la otro/a?
Os busco en el abrazo que os mando.
Carmen